viernes, 23 de julio de 2010

mañana

debí ver las señales

de la impiadosa mañana



inerme y desnuda

me he parado frente a mi suerte

que quiso terminar con todo

de un golpe de lanza

certero



me presentó tu voz o tus letras

de entonces,

cuando a trueque de ignorar

sonreía



sobre el rojo encendido del suelo

derramó también las últimas imágenes



¿qué he de hacer

herida de muerte y de rodillas

si no llegan pronto el odio o el amor

a rescatarme?

despecho

a la noche sin escrúpulos

a la vanidad de kermese ruidosa

me arrojaste

a los miles de brazos y besos

que no busco y encuentro



al desprejuicio y al tedio

de ignorar todas las lágrimas

y a ejecutar suplicios

me arrojaste

al aburrimiento de la voz enamorada

y estúpida



en la carne que ofrendé tantas veces

sólo duelen tu lanza y su herida

-difuso animal mítico

disfrazado del poder que te otorgo-

a esperar en desvelos

la cicatriz o la suerte

me arrojaste

cita

el recurrente embuste

de creer que uno no tiene nada que perder

otra vez me sienta a la mesa

de los halagos fáciles

y me pierdo como siempre

pensando en otros asuntos

-ay, tu mirada de terciopelo-

y esas cosas

las apariencias engañan y esta luz

me hace arder los ojos

parecer emocionada

-tan dulce, tu voz-

no debe ser realmente tan tarde

(¡cuánto puede durar media hora!)

-tu boca esto y aquello-

hay adjetivos que no tienen alma

-me encanta tu nombre-

debería escribir más

y fumar menos



soy incorregible cuando me aburro



el vino está bien

sin embargo