sábado, 21 de noviembre de 2009

remedio

para que no me turben

tus ojos

me inyecto

la rima consonante

de la monotonía

inquietud

inquietud

que salta dentro de mí

como si por dentro

fuera

yo

toda de almohadas





inquietud

que me exige una música

pero cuál

cuál



es la gota

la gota

la gota

que me horadará

más temprano

que tarde












electa

de todos

los poemas

me quedo con tu boca



domingo, 8 de noviembre de 2009

noche I

¿cómo pueden las calles seguir durmiendo?

¿por qué quiere la noche fingirse tan serena?

¿por qué causas disimulan

que todo se ha quedado sordo

ciego e incendiado?



el estrépito final

y el paroxismo sucesivo

al estallido de este corazón

en lucha

no es cierto

(no

no es cierto)

que no ha dejado huellas



cuando me atreva a abrir las ventanas

y la marea nocturna me ahogue las sienes

o te veré

o ya no habrá más nada

viernes, 6 de noviembre de 2009

A ver quién me explica los alcances del concepto de democracia representativa

Veamos. Yo voto periódicamente para elegir a mis representantes, para que ellos tomen decisiones en mi nombre. Realizo prolijamente el trabajo de estudiar a quienes elijo, su ideología, sus propuestas, el proyecto político que integran. Por supuesto que no todo lo que decidan coincidirá siempre con lo que yo considero acertado, pero está claro que habrá mayor margen de coincidencia en la medida que yo más los conozca antes de elegirlos. Si soy irresponsable y no me dedico con prolijidad a conocerlos, deberé responsabilizarme más tarde por haber dado el poder de decidir por mí a una perfecta caja de sorpresas.


Bien; guste o no a alguna gente, los representantes políticos que tenemos han sido elegidos por una mayoría. Por suerte –y hablo de suerte o fortuna porque no siempre ha sido así, basta revisar apenas nuestra historia para reconocerlo- muchos de los que hemos elegido a quienes detentan hoy el poder vemos que cumplen con lo que prometieron en sus plataformas electorales. Sí, es cierto: no estamos de acuerdo en TODO (eso sería una utopía o una estupidez), pero creo que tampoco podemos decir que nos sintamos traicionados o engañados.

Pero ¿alguien me puede explicar cuándo la anciana señora que almuerza en la tele o el devenido hombre-éxito de la noche fueron elegidos por nosotros para que en nuestro nombre digan lo que “todos” sentimos? Yo a esas elecciones falté, me parece. ¿Resulta que ahora el rating es la nueva forma de elegir a nuestros representantes? ¿A qué partido representan cuando elevan su voz en nombre de ese difuso “todos”, al Partido de América, al Partido del 13?

Estoy educada en el respeto de todas las opiniones, y nunca renegaré de eso. Pero si quisiera escuchar las opiniones de tal o cual “estrella” de la tele, vería sus programas. Y aquí emergerá mi lado salvaje: ¿por qué tengo que escuchar a la señora ¡en el noticiero!, cuando me cuido especial y concienzudamente de encontrármela si estoy haciendo zapping a la hora de su programa?

Comprendo que el sistema democrático lleva implícita la circunstancia de que las ideologías que no alcanzaron el poder político se molesten y a veces sufran ese "revés" (la elección de la mayoría); su papel es criticar constructivamente, ayudar a que se vean los errores que se cometen y a enmendarlos. Para eso se han formado como hombres y mujeres que entregan su esfuerzo, sus afanes y, a veces, la vida entera a la política. (¡Bobos! Se ve que se avivaron tarde de que puede borronearse un poco el concepto de democracia representativa. Más les habría valido tener una hermana gemela y formar con ella un dúo (seré generosa en el calificativo) llamativo, o tener un marido maltratador que los inyecte en el cielo televisivo a fuerza de explotación, o bien cultivar la virtud de meterse alfajores enteros en la boca, de hablar con animales de gomaespuma o de exhibir cuerpos y dudosos talentos ajenos.)